Historia regional y local del Valle del Tuy

Archivo para la Categoría "Leyendas, Mitos y Otros Relatos del Tuy"

El niño y la bruja

Por: Edgar Rivero

     El olor del café recién hecho se entremezclaba con los sueños de aquel pequeñuelo que yacía envuelto entre las cobijas dando vueltas sin sentido, se había acostado muy cansado la noche anterior por las correrías y asustado, porque su padre había encontrado una mapanare en el gallinero matándola de un certero machetazo, la noche se vestía de un negro intenso y solo la luz de una vela que sostenía su hermano podía alumbrar a su padre que con la respiración entrecortada, un corazón dando tumbos y un sudor frío, pasaba el susto. Habían salido a buscar huevos para la cena.

         ¡Cristofué! ¡Cristofué!

         Antero abre los ojos impresionados y se levanta corriendo hacia la ventana que daba al cuarto y en la cima de un tamarindo logra ver al ave que lo acaba de despertar.

          ¡Cristofué! ¡Cristofué!

          ¡Anterooo! A levantarse pa’ que le lleve el desayuno a su taita y  a su hermano.

          ¡ Ya me desperté ma’!

          ¡Cristofué! Cristofué!    

      Antero le lanzo una mirada picara al ave que se fue a otro árbol con un suave planear a continuar con su característico canto, luego Antero salió afuera de la casa y se lavó la cara con el agua que estaba en una tapara para ahuyentar lo que le quedaba del sueño. Al regresar nuevamente a la casa de bahareque donde vivían, se colocó sus alpargatas y  mientras lo hacía se acordó de aquella linda señorita del pueblo y de los zapatos que llevaba puesto y de cómo le dio pena aquel día, pero eso ya no le importaba porque estaba en su campo y a sus anchas.

           ¡Écheme la bendición maita! Arrodillándose a continuación.

           ¡Dios me lo bendiga mijo! Ahí está su desayuno.

       Una arepa hecha con el maíz que fue pilado al atardecer, un rico queso, suculentas caraotas y leche fresca esperaban al niño.

           ¡Antero come rápido mijo que su taita lo espera! (más…)

Glosa Tuyera.

Por: Miguel García Mackle.

Agua dulce en el cantar,

grito de pleito y alcohol,

negros tostados al sol,

sudorosos de bailar,

así somos al gozar

los del Tuy, negros ligeros

que olvidamos los esmeros

 sin saber si los tuvimos

y que aquí y allá decimos:

Nosotros “semos” tuyeros.

 

Por todo el valle cantamos

con el arpa y los tambores

llevando negras con flores

las noches que las bailamos.

Y cuando afuera nos vamos

con nuestras fiestas algún día,

no olvidamos todavía

que estando en otros terrenos

somos tuyeros morenos

de Yare y Santa Lucía.

 

La copla salta en derroche

con sal sabrosa y fecunda

que al cuerpo del negro inunda

de alegre sombra en la noche.

La madrugada en su coche

llega abriendo sus auroras

y el arpa en cuerdas sonoras

libera aún sus jilgueros,

porque en el Tuy, los tuyeros

cantamos a todas horas.

 

Y aunque tenemos el llanto

del indio triste en la vena,

sentimos la sangre llena

de valor y no de espanto,

y le rezamos al santo

y bailamos en su día

de”corríos” y alegría

a San Juan, con mucha gente,

con tambor y aguardiente

pues “semos” de buena cría.

 

Poema tomado del libro Poesía Édita, editorial PROVARIAS, C.A. Caracas, Venezuela, 1992, 342 pp.

La Sayona en Cúa.

Por: Manuel V. Monasterios G.

la sayona imagen tomada de www.leyendasycuentosdeterror.comLa Sayona, imagen tomada de http://www.leyendasycuentosdeterror.com.jpg

    La sayona es una tradición oral que se remonta varios siglos atrás en la historia de América latina. Podemos sintetizar diciendo que es u na mujer que espanta a los hombres con características muy bien definidas: Enorme estatura, el uso de una saya larga y negra, con una larguísima cola y dos cintas blancas en la frente. Sus ojos son cóncavos y suelen despedir un  fulgor rojizo, cuando camina sus huesos parece que chocaran por falta de carne lo cual produce un ruido que espanta, sus quejidos y lamentos terminan aterrando a quienes la oyen.

     Cuentan los abuelos que  en el Callejón del Calicanto,  conocido como Los Corrales, cerca del viejo canal de riego, salía una enorme mujer vestida con un fabuloso sayón negro y cuando los hombres la perseguían desaparecía detrás de un enorme samán, sin dejar ningún rastro. Hasta que un día  el compadre Pedrito González caminaba a eso de las 11 de la noche rumbo al rio, donde había quedado a encontrarse con una hermosa muchacha, que lo había citado  a ese lugar; de pronto vio a lo lejos entre la oscuridad de la  noche y la luz de la luna la figura de una mujer muy alta, con una larga cabellera que resplandecía como rayos de plata.

     Pedrito se propuso alcanzarla, al llegar al samán, donde siempre desaparecía  el espanto, esta vez cambió de actitud y se detuvo a esperar al hombre que venía a paso rápido, cuando la encontró estaba de espaldas y al voltear la cara, Pedro vio a una mujer blanca como un cadáver con unos dientes como hachas blancas, Pedrito del susto se devuelve corriendo, cuando llega a la esquina de los Jabillos, se  encontró con la mujer nuevamente en la puerta de Los Corrales, la figura espeluznante lo  sorprendió y le extendió los brazos para estrecharlo y así lo hizo. Pedro sintió que el fuego lo quemaba, aterrorizado logró zafarse del espanto y corrió desesperadamente hasta llegar a su casa y se encontró con su comadre que le preguntó que le pasaba, Pedro le narró lo sucedido y la comadre le dijo:

–          Compadre esa es la Sayona de Los  Corrales que salió tal vez porque usted andaba detrás de otra mujer, Cuídese  que se lo digo yo.

–           El compadre Pedro después de esa experiencia jamás volvió  a ser infiel a su mujer.

     Dicen que todavía se ve en las noches veraneras de hermosa luna,  caminando por los alrededores de la Urbanización Lecumberry, también por la avenida Perimetral donde más de un conductor se han topado con una mujer alta caminado entre El Condado y Aparay, contaba en sus crónicas el difunto periodista Emar P. Carvallo Camero que varios Don Juanes en busca de aventuras han pasado por la desagradable experiencia de ver frente a frente a la Sayona. Entre la Calichosa y Araguita en la carreta Cúa-San Casimiro, a altas horas de la noche una hermosa mujer saca la mano pidiéndole a los choferes que se detengan, quienes han cometido ese grave error la han pasado muy mal.

     Se recomienda tener mucho cuidado al circular en las noches por las calles y caminos de Cúa, porque además de la inseguridad se puede encontrar con La Sayona.

Noche de terror cerca de Cúa

Por: Juan de Dios Sánchez.

     Estaba a medio llenar uno de  los vagones del tren que nos llevaría desde Caracas hasta Cúa, la perla del Tuy a la que íbamos a participar en trabajos de reuniones sobre los hechos y personajes históricos esenciales de los pueblos mirandinos.

      Íbamos acompañados de uno de los nietos y su asombro no tenia linderos porque aquella inmensa maquinaria que empezaría a moverse pronto y las anchas ventanas le daban, sin duda, una hermosa sensación de poder, bienestar y felicidad. Cuando mi nieto se dio cuenta del paisaje advirtió con estupor muy tierno que todo era muy grande. Mientras mis ojos se llenaban de fulgida ternura pensé en Manuel Monasterios que es un artesano del amor que debemos tenerle a estas tierras y a quien me une afectos intensos y siempre avivados. Con su fuerza y sentido empezamos este viaje incluido nieto y el siempre vigente recuerdo de Manuel.

      Al frente iba un amable señor de edad indefinida, periódico en mano y amplia sonrisa, de fácil conversación y dispuesto a comentar todas las cosas que estaban ya impresas y en sus manos.

      Soltó dos breves comentarios sobre béisbol y sobre política y una inevitable pregunta que fue el final de una simple explicación. “Soy maestro, de la vieja escuela”, me dijo y todos los fines de semana vengo a visitar  una de mis hijas quien  vive en Cúa con su esposo, me dijo en su pulcro lenguaje de educador. Y usted, me preguntó: ¿viene a menudo a esta ciudad calurosa pero amable, llena de historia y de tradiciones?

      Le explique a lo que venia y sonrió pero con una infinita picardía en la mirada me dijo: “hoy es dos de noviembre, día de los muertos y este es un día para tener mucho cuidado en Cúa  sobre todo el sector llamado La Providencia y más concretamente en la curva del Jagüey porque esta noche y en ese sitio, una mujer de siniestra  sonrisa ronda para espantar a quien pueda o a quien no se ha cuidado de las advertencias” dijo,  acentuando su picardía y misterio.

      “Esta noche”, continuó hablando como si se refiriera a algo que había vivido en carne propia, “los muchachos y muchachas de La Providencia no salen de sus casas por el pavor que sienten y los consejos que prodigan padres y representantes que les indican que deben cuidarse”

      “Es un espanto horrible. Cuentan de ella que era muy hermosa y se vestía con gran elegancia. Esa belleza la muestra cuando se aparece ante usted y sus formas provocadoras le quitan el aliento, pero cuando habla su voz aunque es repelente se siente  agradable y cuando, después de haber entablado conversación con usted, le pide su nombre y usted se lo da, ella calla y deja ver su horrible cabeza que esta casi rebanada del todo y casi cuelga de lado. Es horrible, señor, horrible y asusta al más pintado”.

Damas Blancas

      Parranderos buenos, de esos que no se cortan ante nada han dejado fiestas en la noche muy tarde y han regresado por los caminos en busca de su casa y se encuentran con la visión que, como le dije, es hermosa al principio y han hablado con ella. Al final han sido encontrados tendidos en el suelo, temblando de miedo y terror  y arrepentidos de no haber  respetado la noche de los muertos como fue el primer reclamo que le hizo la bella desconocida quien  se le acercaba lentamente con insinuosos y suaves movimientos”.

     “Yo, hace ya muchos años, cuando estos poblados parecían estar en otro mundo por lo difícil que era venir a ellos tuve informaciones que me dieron viejos representantes y  abuelos de mis primeros alumnos en Cúa. Me contaban que la mujer hermosa y dulce estaba casada y tenia un hijito pequeño pero que le hacia caso a los requerimientos amorosos de un vecino y sucedió lo peor. Una tarde regresó el marido y encontró a su amada en el lecho con su amante”.

     “Entró en ira y con un machete le cortó la cabeza de su hermosa esposa que cayo sin vida a sus pies. Su alma en pena eterna y sufriendo el terrible castigo  espanta a quien puede buscando encontrar a su hijo perdido para que él le perdone el horrible pecado”.

     Y llegamos a Cúa, la amplia estación del tren invitaba a caminar hasta el Terminal de pasajeros para trasladarnos al centro de la ciudad. Nos despedimos del nuevo amigo y mientras lo veía irse sin prisa sentí curiosidad de saber cuantas cosas  de  nuestras mejores tradiciones guardaba aquella cabeza humilde, generosa y sabia.

Los dos himnos del estado Miranda

Por: Juan de Dios Sánchez.

     Con mucha autoridad en la voz, un viejo y noble amigo tuyero, me señalaba cuando conversábamos de todo tipo de cosas en su casa de Ocumare del Tuy:

“El caudillismo es la enfermedad de la Venezuela que tú narras y en nuestro estado Miranda, en  una cosa sagrada como es el Himno del estado, ese problema se evidenció tanto que… ¿tú no lo sabías? El estado tuvo dos himnos.

     Le manifesté que no lo sabía y me contó que, allá en los días de don Cipriano Castro, a quien los mirandinos le decíamos Aclamado de los Pueblos, el presidente del estado Miranda que era el general Mariano García le encargó a un poeta, muy bueno, por cierto,  y muy fino además, en eso de escribirle bellos elogios a Castro, para que redactara una letra para el himno de la entidad federal que destacara la figura del héroe invicto de los Andes. Aquello fue en 1905, a principios del año, cuando el poeta llamado Ayala Bofill recibió la encomienda y rápidamente, el 22 de mayo de 1905, fue decretado el Himno del estado que exaltaba las virtudes de Castro con aprestos marciales y heroicos.

     En el Himno se le llama invencible guerrero, de glorioso fulgor la espada y quien asegura la paz a la nación. Le bautizamos Fundador de la Paz  que fue el título del poema de Ayala Bofill y se estrena Himno del estado en medio de la admiración de aquellos gobernantes y seguidores del dictador.

    Desde el 22 de mayo de 1905 cuando fue decretado El Fundador de la Paz  como el Himno del estado hasta el 2 de diciembre de 1910 cuando fue decretado el que tenemos, pasaron más de cinco años. Ya, en diciembre de 1910, anda ya cerca de los cien años, la composición poética de Jacinto Añez con música del maestro petareño Germán Ubaldo Lira, fue proclamada como Himno del estado pasando el que venía sonando al olvido.

     En el nuevo Himno del estado, tocado por primera vez en un acto solemne en la Gobernación del estado que estaba ubicada aquí, en Ocumare del Tuy, bajo la dirección del propio maestro Lira, se notó la fuerza del Generalísimo Francisco de Miranda en todo el texto de la pieza, en la que se señalan grandes valores humanos, esenciales en la estructura de este tipo de composiciones.

     Todos los mirandinos hemos oído, en varias ocasiones el Himno del estado. Todos nos hemos sentido emocionados con el giro hermoso de su melodía y con la profundidad de su letra y mensaje: Gloria al Héroe Inmortal que destaca su bizarra figura en la Historia; del Cenit a la negra Carraca como pródiga fuente de gloria.

     De esa forma comienza el himno mirandino y nos deja, un mensaje digno de la grandeza del infortunado Mariscal de la Gironda, cuya figura sublime, se hunde en nuestros comienzos de nación. Dos líneas de buen verso, lo realzan a plenitud:

                                              Ante el odio y el crimen

                                              Su deber es luchar.

      De este modo me asegura el amigo tuyero se hizo justicia pero “para que lo sepas este estado tuyo, este estado mío, este estado Miranda tuvo dos himnos».

El espanto de la calle Roscio

Por: Manuel V. Monasterios G.

     Los cuentos de aparecidos forman parte de las tradiciones y leyendas de nuestros pueblos. En este cuento se unen la leyenda y la hipótesis histórica, alrededor de la inmensa figura del general Ezequiel Zamora.

     José Francisco Machuca, coronel liberal, jefe de partidas en el alzamiento de “el mocho” Hernández, derrotado en todas las escaramuzas que con pretensiones épicas había librado. Sus trofeos de guerra fueron las vacas, los cochinos y las gallinas que sus tropas confiscaban con fines militares. Comenzando el siglo XX, por primera vez, formaba parte de la burocracia gubernamental, aquellos empleados que pasaban hasta tres años sin cobrar sus sueldos; el gobierno recién estrenado del general Cipriano Castro lo premió por sus méritos, con el cargo de jefe civil y militar de Cúa. Tenía intenciones de pasar una larga temporada, en el pueblo tuyero, incluso pensaba adquirir alguna finca para el engorde de ganado. Lo único que le molestaba era el intenso calor que hacía en aquel año, pues el día que llegó dejó la montura al sol y se le derritieron unos adornos de metal que tenía la chocontana, que había comprado en La Villa. El año anterior había azotado la langosta y el vómito negro, además, como complemento, tenía casi un año sin llover y las cosechas se habían perdido.

     Sin embargo era mejor convivir con aquel cúmulo de problemas que seguir como un proscrito, huyendo por aquellos caminos y montes, sin rumbo fijo, pasando hambre, durmiendo mal, con la esperanza de derrocar el gobierno para hacer justicia ante tantos desmanes. Su primera misión fue arrestar a cuatro “enemigos” del gobierno de La Restauración y remitirlos amarrados a la vieja prisión de La Rotunda en Caracas. Las detenciones eran sin formula de juicio. Llegaba la comisión a la casa del futuro preso, con mucha educación le decían: el coronel quiere hablar con usted, puede pasar por la jefatura; el candidato a los grillos, respondía que pasaría más tarde. Entonces el agente policial le decía que era ahora, porque la cosa era urgente y así lo llevaban, una vez en la jefatura, lo encerraban y le decían: “usted está a la orden del jefe civil”. La causa de la detención era variada, quizás por haber emitido una opinión contraria al nuevo gobierno, la cual llegaba a oídos del jefe civil gracias a los informantes, personajes existentes en todos los gobiernos. La principal función del jefe civil y militar era mantener el orden y la paz, evitar conspiraciones en la zona.

     El coronel José Francisco empezó la búsqueda de una casa que llenara sus aspiraciones familiares. Estaba cansado de vivir en la “galería acondicionada” en la casa de sus suegros en El Valle. Ellos le permitieron que se “arrimara” por su situación de revolucionario, ya que muy pocas veces estaba en el hogar. Ambicionaba una casa amplia con varias habitaciones, sala, comedor, cocina, patio, lavandero y corral, algo digno de su investidura de primera autoridad.

—Quiero vivir como gente respetable, Luisa merece una casa como siempre la ha soñado, donde ella sea la que mande y no este sometida a la voluntad de doña Anita, la suegra, muy buena pero siempre tirando puntas: “el que se casa, casa quiere”, “ya la galería le queda pequeña por los niños”.
—Ya es hora de vivir como Dios manda —decía el coronel—. Por ahora alquilo, después compro.

     En su búsqueda se enteró que el general Carballo tenía una buena casa por la Calle Roscio y la tenía desocupada, desde hacía algún tiempo. La fue a ver y le gustó, estaba bien conservada, con una “lechada” quedaba como nueva, además el alquiler no llegaba a 20 pesos. Así concretó el negocio con el General. Además contrató a un ebanista “machero” quien le elaboró los muebles de paleta, la cama grande y las dos de los muchachos, el comedor y el resto del moblaje lo trajo de El Valle.
     En menos de un mes estaba instalada la familia en su nuevo hogar, quejándose del calor, pero felices por la comodidad de la casa. Como era costumbre en la época se ofrecieron al vecindario y recibieron las visitas de cumplido de vecinos y amigos. Así empezaron a integrarse a la comunidad cueña de comienzos del siglo XX.Cada uno de los hijos tenía su propio cuarto, doña Luisa contrató dos muchachas como servicio de adentro, José, el aguador, fue contratado para llevar agua desde río Tuy hasta la casa, hacer los mandados y llevar a los dos niños hasta la escuelita “paga” de las hermanas Lugo.
     Una tarde estaba doña Luisa ocupada zurciendo unas sabanas y se acercó María Salomé, una de las muchachas de servicio, y le preguntó:

—Doña Luisa, ¿quién es ese catire con pelo “pasúo” que está sentado en el corral?
—María Salomé, seguro que te mojaste después de planchar y estás desvariando. Cuidado con un pasmo. ¿De qué catire hablas tú?
—Doña Luisa, yo no hablo “pajuatadas”. Allá en el corral, sentado en una silla de cuero, está ese señor. Yo pensaba que era de la familia.
—Vamos a ver.

     Se dirigen al corral ambas mujeres, pero allí no hay rastros del catire.

—¿Te fijas, María Salomé, que son imaginaciones tuyas? ¿Dónde está?
—Yo sólo sé que allí estaba. Dónde está ahora, no lo sé. 

     A los pocos días de aquel encuentro, doña Luisa, a eso de las seis de la tarde, fue al corral a recoger una ropa. Cuando regresaba, fijó la mirada hacia la mata de tamarindo y vio a un joven, vestido de militar, con un kepis, sobre la gorra militar un sombrero y en el sombrero una flor amarilla. Era en verdad un catire flaco y perfilado. Doña Luisa, temblando, trancó la puerta y se fue a la sala donde estaban sus hijos, no hizo comentarios para no angustiar a los muchachos. Apenas llegó el coronel, le dijo:

—Francisco José, tengo que decirte algo muy importante, sin que los muchachos se enteren.

     Se dirigen a la cocina y doña Luisa en voz baja le dice:

—En el corral está apareciendo un hombre que por su vestimenta es militar de la federación, aparece bajo el tamarindo sentado en una silla de cuero. Lo vio María Salomé hace días y yo lo vi hoy a las 6:00pm.
—Tú sabes bien Luisa, que yo soy escéptico. No creo en apariciones de muertos, creo en apariciones de vivos, puede ser un vecino que entra al solar a molestar, o tal vez buscando una de las muchachas de servicio. Vamos a ponerle atención y ya verás la “planazón” que le vamos a dar.
—Ojalá que sea así José Francisco, pero yo creo que es un espanto. No se sorprendió al verme, ni dio muestras de nerviosismo, solamente estaba sentado revisando unos papeles.

      No había pasado una semana y el hijo mayor del matrimonio, llamado Jacinto Antonio, le dice a su mamá que había estado conversando con un señor que estaba en el corral.

—Mamá ese señor es un militar como mi papá, me dijo que se llama Ezequiel, que estaba esperando a mi papá para hablar con él. Me dijo que había nacido en esta casa.

     La madre, sin poder articular palabra, no responde a las informaciones de su hijo. Apenas llega el coronel, le cuenta lo ocurrido. Este se dirige al corral en busca del extraño, pero en el corral no hay señales del militar. El coronel José Francisco busca datos clarificadores en el pueblo sobre aquella casa de la calle Roscio, donde vivía con su familia. Don Luis Hermoso, el registrador, le informa que esa casa perteneció a don Antonio José Zamora, hermano de don Alejandro Zamora el padre del general Ezequiel Zamora. Fue esa la casa donde nació el general de la federación, porque esa era la casa que tenían en este pueblo, desde donde se comerciaba con el llano desde la época colonial, don Antonio José Zamora era un rico comerciante del Apure y a esa casa siempre llegaban los Zamora cuando venían del llano o de Villa de Cura.

—Según refieren los viejos vecinos que el general Zamora estuvo varias veces en esa casa. En el año 1846, cuando las guerrillas de Guambra, después en 1856 cuando se casó con Estéfana Falcón, hermana del general Falcón y en 1858 antes de salir a Curazao. Dicen que en esa casa no hay familia que dure, porque sale un militar, según es el general Ezequiel Zamora.
—Con razón el general Carballo me la alquiló tan barata.
—Mire don Luis, a mí no me van a embaucar con ese cuento, aquí hay otra cosa y la voy a descubrir.

     El coronel se puso alerta tratando de comprobar aquella historia tan descabellada que le había contado don Luis Hermoso, pero pasaban los días y el difunto general no hacía su aparición, hasta que una tarde su hijo Jacinto Antonio le llevó un sobre que le enviaba el militar del corral, el papel escrito con una letra fina, de buenos rasgos, donde se leía claramente: “Coronel José Francisco Machuca. Necesito conversar con usted el próximo lunes, en la noche.” Sin firma, ni fecha, esto hizo que el coronel pensara en una trampa de los enemigos del gobierno. Sin embargo, dijo: “yo jamás le saco el bulto a un compromiso, así sea con espantos o con el mismo Satanás. Ya veremos el lunes”.
     Llegó el día indicado para el encuentro, el coronel desde temprano empezó sus preparativos, en primer término no le contó a nadie lo de la cita, pues si lo hacía, podían pensar que tenía miedo y no era capaz de enfrentar solo la situación. Preparó con las cargas necesarias dos revólveres Coll, su cola ‘e gallo, colocó un buen tirador dentro de la casa para protección de la familia. Su mujer le preparó un crucifijo bendito, una botellita con agua bendita y otra con cuerno de ciervo. Desde las siete de la noche se acomodó en una silla, solo, a esperar.
     A eso de las nueve de la noche, con el reflejo de la luna, el coronel ve a un militar con uniforme de general federal que se acerca, con paso firme y rápido. El coronel se pone de pie y al tener frente a frente al general Ezequiel Zamora, su instinto militar le hace poner firme y ejecutar un saludo militar.

—Descanse coronel, lo que le vengo a decir es una cuestión de honor, sólo usted me puede ayudar.
—Diga usted general.
—El general Antoñito Guzmán, mi secretario de guerra, en sus arrebatos de soberbia se llevó al panteón de la patria a un cuerpo que no era el mío. A mí me importaría un carajo ese error, pero los restos de esa sepultura del panteón son huesos de perro, no de humano. Mis despojos están en la sacristía de la iglesia parroquial de Los Teques. Coronel, haga usted las gestiones necesarias para remediar este mal y pueda descansar con dignidad. Si usted cumple con esta misión, podrá disponer del contenido de una caja de hierro donde está el tesoro que el indio Francisco José Rangel le confiscó en Yuma al Dr. Ángel Quintero. El indio me lo entregó para la revolución antes de morir.

     Dicho esto la figura se desvaneció y el coronel corrió a contar lo sucedido a su esposa.

—Luisa, lo ocurrido no puede salir de aquí, ni siquiera el guardia de confianza debe saber nada. Sólo puedo hablar y poner en conocimiento de los hechos a mi general Cipriano Castro, es el único que puede ayudar en este difícil compromiso.

     Mediante telegrama solicita la audiencia con su jefe, quien le recibe quince días después, le informa detalladamente del asunto y le solicita su cooperación para cumplir las aspiraciones del ilustre difunto, sin embargo, ladinamente no menciona para nada el tesoro del indio Rangel. Como prueba de su conversación con Zamora presenta el papel de la cita, el general Castro tiene sus dudas, sin embargo sabe de la seriedad del coronel, le dice:

—Es muy importante su relato, por la jerarquía del personaje para la causa liberal, pero debo investigar con reserva para no cometer un “papelón”.

     Los calígrafos al servicio del gobierno certifican que el papel fue escrito por el general Zamora con una extraña tinta. El general Castro solicita informes de los familiares de Zamora, del Dr. Lisandro Alvarado, biógrafo del ilustre liberal, del general Francisco Tosta García, familiar cercano del general del pueblo soberano. Todos corroboran la tesis: “los restos del panteón no son los del valiente ciudadano”. 

      Estos informes impulsan al presidente Castro a escribir un informe dedicado a la Academia Nacional de Historia titulado La verdad histórica sobre la muerte y enterramiento del general Ezequiel Zamora, fechado en Caracas, 1904. La gestión oficial no pasó de allí, por más que el coronel Machuca insistió la propuesta se quedó en el informe del presidente. Algunos académicos convencieron al general Castro de la inconveniencia política de aquella verdad, que era mejor para todos dejar las cosas así. Mientras tanto el coronel Machuca angustiado veía que el tesoro del indio Rangel se iba alejando, se le ponía muy difícil. No lo podía cobrar porque había incumplido su misión.

     El coronel empezó por su cuenta a romper y abrir huecos por todos los alrededores del tamarindo, abría un hueco y lo volvía a cerrar y nada que aparecía el tesoro. En las noches se empezó a sentir un machete que raspaban por los suelos, la ropa que se colocaba en el ropero, a la hora de dormir, amanecía en el corral, se perdían o cambiaban de lugar las ollas los cubiertos y los cuadros, era difícil dormir en aquella casa llena de extraños ruidos. A Doña Luisa no la dejaban tranquila, en un sólo día le quebraban una docena de huevos a su alrededor sin golpearla. Si continuaban en esa casa todos terminarían locos. Un día cansados del espanto, agarraron sus “corotos” y se mudaron a otra casa por la calle de la iglesita. El caserón lo compró el señor Panchito Bravo, hasta hoy nadie ha dado con el tesoro del indio Rangel. Los restos de Zamora continúan en Los Teques y en el Panteón Nacional todavía esperan por la verdad.

UN PUEBLO Y DOS PATRONOS

Por: Fermín Luque Olivo.

     Hace más de trescientos años, la población de Charallave fue fundada por el padre Cirilo de Ontoniente, bajo la advocación de dos patronos: Santa Rosa de Lima y Santo Tomás, con indios libres que poblaban estas inmediaciones, especialmente las que conformaban el núcleo que se asentaba en las estribaciones de la antigua Plaza Vieja, hoy denominada Plaza Páez.

     Los indios Charavares o Charaguares habían llegado a esta zona en el año de 1600 empujados por una larga y prolongada sequía, procedentes del sitio que llamaban Corocoruma o Coruma, donde se había constituido una encomienda.

     En estas estribaciones montañosas permanecieron hasta que se presentaron los colonizadores y misioneros capuchinos, en 1681.

     Allí los encontró el padre Ontoniente, invocando la protección de Santo Tomás y Santa Rosa de Lima, fundó el pueblo anexo al de La Guáyra de Paracotos, hasta el año de 1735; cuando se le agregaron algunos indios pertenecientes a las naciones de los Otomanos, Taparitas y Yaruros, recogidos por los religiosos capuchinos andaluces en los predios de Apure, los depositaron aquí y así permanecieron hasta que en el año de 1745, en que habiéndola renunciado los supra dichos capuchinos, volvió a quedar anexo a La Guayra de Paracotos, del cual fue desmembrado y erigido en distinto Curato y Doctrina por Auto de fecha 11 de octubre de 1762.

     La segunda fundación de Charallave se registró en 1735, por el padre Salvador de Cádiz, pero únicamente lo hizo bajo la advocación de Santa Rosa de Lima; suponemos que debido a su celo y devoción por la Virgen peruana y a la influencia ejercida por el Obispo Antonio López de Acuña; quien antes fuera Superior del Convento de Dominicos de Lima y Promotor de la causa que elevó a Isabel Flores Oliva a los altares de la santidad en América.

     Indudablemente, que debido a la influencia de este prelado floreció la devoción por Santa Rosa de Lima en nuestro país, durante el periodo de su obispado en Caracas, que se prolongó desde 1672 hasta 1682.

     Los pormenores de esta segunda fundación de Charallave, los describe el padre Miguel de Olivares, quien en el Libro Primero del Archivo dejó escrita parte del acta que aún se conserva, y en la que asienta:

«Este pueblo es doctrina de indios tributarios y de ellos únicamente habitado, por cuanto, aunque hay algunos vecinos españoles y de otras castas en su territorio parroquial, viven todos en los campos donde tienen algunas haciendas de cacao, caña dulce y principalmente sementeras de maíz y otros granos»

     Presumimos que la exclusión de Santo Tomás el Apóstol como patrón de Charallave obedeció a una omisión u olvido de aquellos misioneros fatigados, enfermos y desamparados.

     Pero la memoria y devoción por Santo Tomás el Apóstol misionero de Jesús, no murió en Charallave. Su nombre y su figura está íntimamente ligado no sólo a su historia, sino a su espiritualidad ya que una de las leyendas del pueblo se remonta a los tiempos prehispánicos, donde según la tradición quedó impresa su pétrea huella en medio del cauce de la quebrada que mitigó la sed de los Charavares a la altura de «Los Peñones». Allí está grabada sobre las calendas de los siglos: El Pié de Santo Tomás.

EL DESAFIO

Por: Manuel Vicente Monasterios G.

     Cuentan los abuelos que en Cúa y sus alrededores no había un hombre más valiente, un tirador más certero, lo que llamaban un cristiano con “tabaco en la vejiga” que Manuelito Barco. El relato es basado en hechos reales, solo la imaginación literaria complementa algunos pasajes en el cuento, lo cual no es más que un testimonio escrito de una tradición oral.

     Los hechos ocurrieron en Cúa, a finales del siglo XIX, algunos personajes cambian de nombre, pero el enfrentamiento entre Manuelito y los alemanes lo contaban nuestros ancestros.

Manuelito Barco, llegó a su hacienda de Las Yaguas con el fresco de la mañana montañera, había salido de Cúa en su caballo gris a las 3,00 a.m., casi tres horas de camino, pudiendo pasar por Onza y ahorrarse dos horas, pero los “Musiues” alemanes tenían el paso cerrado, además tenían unos enormes perros pastores, que habían importado de Hamburgo y unos vigilantes armados que devolvían a quienes se le ocurriera tomar ese camino vecinal, más corto a Las Yaguas y las otras haciendas cafetaleras de la zona.

Manuelito pensaba mientras hacía el largo trecho:

__Cómo es posible que uno tenga que aguantar esta humillación en su propia tierra, unos “carazos” que llegaron al pueblo después del terremoto y se aprovecharon de la tragedia para comprar fincas, casas y negocios a precio regalado.

__Es cierto que los alemanes son trabajadores, pero tienen en su cabeza unas ideas de superioridad, ellos creen que aquí todos somos indios de guayuco, con sus perros y sus hombres armados, nosotros los nacidos aquí tenemos que salir como perrito roñoso, con el rabo entre las piernas; soportar sus arbitrariedades y decir amen.

__Están muy equivocados estos “musiues”, yo les voy a enseñar a respetar a los hombres. Aquí no valen tribunales, porque la justicia tiene precio, ni pactos de caballeros porque ellos no respetan a nadie, solo el rigor del plomo que les haga temblar puede cambiar esta situación.

__No me enfrento hoy porque no puedo pisar peines, quien sabe si me tienen montado en el camino una emboscada y me tiren por “mampuesto”.

__Ya estoy cansado, he tratado de dialogar, pero los hermanos Hendrich son como mulas, cuando se les mete una idea no hay quien les haga cambiar. Para ellos solo valen sus razones.

__Les he ofrecido vender mi finca o comprar la de ellos y nada.

__Ahora Natividad, el encargado, me manda llamar con urgencia._ ¿Quién sabe para qué?

En medio de aquellas cavilaciones se encuentra con Pedro, el arriero de la Providencia, quien también lleva el mismo camino.

___ ¿Cómo está Don Manuelito, _veo que hoy madrugó para llegar temprano a Las Yaguas?

___Así es Pedro. ¿Tu como estás?

___ Caminado más que un llanero perdido.

__Los alemanes nos tienen “fuñios” desde que trancaron el camino real, tenemos que dar este “vuelton” para llegar al pueblo.

__Los González de La Providencia y Don Antonio de hacienda El Toro, están pleiteando en los tribunales con los “Musies”, pues según dice un abogado de Caracas, esa es una servidumbre desde la época de los españoles y nadie la puede cerrar.

__Eso es así Pedro, eso que dice el abogado es verdad. Yo intenté un juicio en los tribunales de Petare, que son los que tienen la facultad, pero un juez terminó dándole la razón a los Hendrich, gasté un platal para nada .El juez se transó con ellos.

__ Aquí la justicia se tasa en pesos de oro.

__ Podía seguir el juicio en los tribunales de Caracas.

__Pero Yo no boto más plata en eso. Ni estoy dispuesto a gastar más pesos en abogados.

__Te aseguro que en una semana volvemos a pasar por el camino de Onza.

Como fue toda la vida

__Mire Don Manuelito cuídese que lo están cazando y lo pueden “malográ”.

__Además, tenga cuidado con el negro Apolunio, el que vive en la vuelta de los loros, mire que es brujo mañoso y trabaja para los “musiues”, últimamente lo han visto bajar al pueblo todos los viernes, “a según”, se mete al cementerio del pueblo, porque trabaja con los difuntos. Hace semanas que carga un perro negro que no le desampara ni de noche ni de día, los que saben dicen que es mismo Satanás.

__Pedro, le agradezco la información pero yo tengo la contra para quienes trabajan con el mal, una reliquia con la oración del Hermano Penitente, “no le entra ni coquito”. Me la preparó Pedro Páez de Curiepe. Además un rifle Smith & Wilson de repetición.

__Don Manuelito usted recuerda a la negra Felipa, hermana de Apolunio, la que tenía una bodeguita por Los Claveles, esa mujer también es bruja, la vieja se metía en el cementerio extraía huesos de muerto que usaba para sus trabajos. La dulcería como los besos, conservas, catalinas y almidoncitos llevaban sus dosis de huesos “trabajaos” y los adquirían quienes deseaban amarrar a un hombre o a una mujer, mediante influencias maléficas. En el mostrador tenía un frasco con guarapo fuerte que contenía los huesos de la mano de una señorita difunta. En un cuarto montó un altar con cráneos o calaveras adornados con cintas rojas, verdes y negras. Alfonso Díaz, quien vivía en Macaguita, murió con la barriga llena de sapos, en pleno velorio le empezaron a salir por la boca unos bichos peludos que llenaron el mortuorio de esos asquerosos animales, los familiares los mataban a palos y lo quemaban en el patio. Ese fue un daño puesto por esa bruja, un encargo que le hicieron de Tazón,” por comer carne ajena”.

     La hija de Ña Josefa, quien estaba preñada y a punto de parir, después de comer los dulces y beber ese guarapo de Felipa, , parió un muchacho que tenía dos cabezas, el niño era algo nunca visto, esa noticia se regó por todo el pueblo pero nadie se atrevía a verlo porque según decían era un engendro del diablo, cuando terminaba una cabeza de llorar, empezaba la otra, la pobre muchacha se volvió loca, lanzó al recién nacido al río y ella también se ahogó en “El pozo del Caro”.

__Si Pedro yo conozco de esas historias, recuerdo cuando en el pueblo se enteraron que la bruja se robaba los huesos de los difuntos, reventando las tumbas, una turba llegó hasta Los Claveles y le quemaron el rancho, la buscaban para darle su merecido y lo que vieron fue un pájaro negro que salió volando. Y jamás se supo de su vida.

__Cuanta gente tomo chicha y guarapo en ese rancho elaborado con canillas de muertos.

__Le informo Don Manuelito que a esa bruja la han visto en el rancho de Apolunio, algo traman esos diabólicos hermanos.

     Manuelito Barco era un hacendado que había peleado en varias guerras bajo las ordenes del General Juancho Guerra, tenía fama de ser uno de los mejores tiradores, con una certera puntería, rapidez de movimientos y valentía para enfrentar al contrario, jamás se le veía retroceder en el combate, tenía don de mando, pero con un carácter muy violento. Cuando se enojaba no respetaba jerarquía y largaba a los superiores con fuertes palabras, En medio de un combate en la famosa batalla de La Victoria, su jefe inmediato un coronel de apellido Padilla ordena la retirada porque se veían perdidos en manos de un escuadrón volante

__Manuelito, con el grado de Capitán, porque su carácter no le dejaba progresar, en la carrera de las armas, le grita al Coronel Padilla:

__Usted es un cobarde, yo no doy un paso atrás, huya usted si quiere, __ “coronel culo cagao”.

     Se baja de la montura y con un rifle automático, empezó a disparar contra las milicias enemigas, en menos de cinco minutos había detenido el avance, los muertos y heridos en el bando contrario se contaban en más de una docena.

    La determinación de Manuelito cambió el destino de aquella batalla, quienes se marcharon en retirada fueron los soldados del bando contrario. Esta acción le ganó el reconocimiento del propio General Guerra, pero al mismo tiempo generó una fuerte reprimenda por parte del General, por el irrespeto al coronel Padilla y como complemento un castigo de quince días en el calabozo .Al cumplir su sanción manifestó que se sentía mal, pues el paludismo lo tenía azotado y se alejó de las guerras civiles para dedicarse a los negocios y las haciendas de la familia.

     En el campo de los negocios y de la agricultura había progresado mucho en poco tiempo, compró dos haciendas cafetaleras en Aragua, la casa comercial de Cúa era atendida por los hermanos. Su principal ocupación era la producción y exportación de café. En aquel momento todas las fincas estaban con muy buena producción y el precio del café era optimo, además le había conquistado, con habilidad comercial, varios clientes a los alemanes, entre los productores de café, a los que les compraba la cosecha en pie. Su problema era el paso libre a la Hacienda Las Yaguas, pues los hermanos Hendrich lo impedían, con lo cual las cosechas eran difíciles de sacar y la hacienda perdía su valor inmobiliario.

     Al llegar a Las Yaguas el caporal le recibe con varias noticias desagradables:

__Don Manuel, alguien está entrando a los cafetales en las noches para tumbarle las flores a los cafetos y perjudicar la cosecha. La casa de la hacienda está llena de garrapatas, “puestas”, traje a José Ramón el curioso de la fila de San Jorge, el que “quita los males “echados”, ensalma a los “picaos” de culebra y los gusanos del “ganao” y hace el bien sin mirar a quien. El curioso dice que esas garrapatas “echadas” son difíciles de quitar porque el trabajo está “ayudao” con la fuerza de los difuntos.

__ ¿Que otra noticia tienes Natividad?

___Don Manuel en las noches se siente en esos cafetales como si estuviese un ejercito de recogedores trabajando, se oyen gritos llamando gente por su nombre, se escuchan rastrillos y golpes de hacha, pero en la mañana lo que aparece en el suelo son las flores, como si el trabajo fuese tumbarlas, lo único que he visto al amanecer es un perro negro que sale del monte y agarra el camino.

__Que vaina Natividad, los alemanes también creen en brujería, como es posible que esa gente con ese grado de cultura estén favoreciendo hechiceros, no se conforman con cerrar el camino, sino que me quieren arruinar mediante el uso de supercherías.

__Pero están jugando con macagua yo no soy pendejo, ni cobarde.

__Ahorita mismo arreglo esto con el “mentao” brujo Apolunio y su hermana Felipa.

__ ¿Qué vamos hacer Don Manuelito?

___Búscate unos peones, “gente resuelta”, que no le teman a brujos, vamos a ver si es verdad que Satanás trabaja con ellos. Nosotros por nuestra parte vamos protegidos por el “Gran Poder de Dios”.

    Natividad se buscó cuatro hombres de probada confianza, además les acompañaba el curioso José Ramón quien llevaba los elementos necesarios para evitar que los daños y mañas de los brujos los perjudicara.

     A las nueve de la mañana, tomaron el camino a la Vuelta del Loro, siete hombres en mulas y caballos, iban dispuestos a enfrentar a los brujos, porque pensaba Manuelito que ellos eran los instrumentos que estaban utilizando los alemanes para destruirlo y causar tantos daños en la hacienda Las Yaguas.

     Cuando llevan más de media hora de camino, se dan cuenta que están pasando nuevamente frente a los corrales de Las Yaguas, no había forma, ni manera de saber como habían caminado en redondo para estar en el mismo lugar de donde habían partido media hora antes. El reloj en la leontina de Manuelito marcaba exactamente las 9,00 a.m. No habían salido todavía, el tiempo no existió, la vida se marcaba en redondo, aquello era una locura sin explicación lógica que erizaba la piel. Dos de los peones dijeron que ellos no seguían porque en eso tenía las manos el Demonio.

Manuelito enfatizó__ ¡Llego a la vuelta de los Loros aunque sea gateando!!!

José Ramón empezó a rezar sus oraciones y les dijo: __ Oren conmigo:

Levantó San Bartolomé / Pies y manos se lavó / después que el gallo cantó / su bastón de oro cogió / Su camino caminó…. Después que terminaron aquella oración de San Bartolomé el que venció al Diablo, empezaron a rezar la oración de San Cipriano:

     San Cipriano ruego preservarme de todos los maleficios, arterías, perfidias de Lucifer, ciudad a la vista…… También la oración de San Expedito, el Credo y el Padre Nuestro.

     Vuelven a partir después de rezar varias oraciones y encomendarse a todos los Santos y al Gran Poder de Dios .toman el camino, alertas ante cualquier sorpresa, poco a poco hasta que a lo lejos avistan el rancho de los brujos, cuando ya están por llegar, por el camino viene un perro negro, con los ojos como dos tizones, con cara de animal rabioso, botando espuma blanca por la boca, se lanza el perro sobre el caballo de José Ramón, este logra antes de que el perro le muerda, bañarle un solución preparado con Agua Bendita, cuando el líquido cae sobre el lomo del animal, empieza a echar humo y con unos aullidos se desvanece, se esfuma delante de todos. Manuelito y sus acompañantes suben a la colina donde está ubicado el rancho, no hay nadie dentro.

     Manuelito golpea la puerta y penetra, en la sala había un altar montado, con velones negros y varios muñecos con agujas. José Ramón también ha entrado al rancho le dice a Manuelito:

__ No toque nada hasta que yo le diga.

     El curioso empieza los ensalmes y las oraciones, los pocos minutos unas auyamas que habían en el altar reventaron, bañando el lugar con un liquido pestilente, color a tierra amarilla, los velones repentinamente subieron las llamas y se consumieron en menos de un minuto, el altar y el techo de gamelote agarraron candela y el rancho se tornó en una gran fogata, en ese mismo instante empiezan a salir de las llamas, macaguas de todos los tamaños y siete narices que se van al monte, nubes de murciélagos. En el cotoperí, estaban dos pájaros inmensos parecidos a dos urracas, observando todo lo que pasaba. Manuelito y José Ramón les disparan en cruz y los dos pajarracos caen al suelo, José Ramón con una estaca larga los arroja a la candela del rancho donde el fuego los consume.

   Una vez que el rancho de los brujos desaparece entre las llamas y solo quedan los restos chamuscados, Manuelito y sus acompañantes regresan a la Hacienda Las Yaguas.

    Lo primero que hace el “Curioso” de la fila de San Jorge es acercarse a las paredes de la casa para ver las garrapatas, no hay ni una, revisa todas las paredes y comprueba que han desaparecido y entonces dice:

__Los brujos murieron, El Diablo los abandonó, lo comprueba la ausencia de garrapatas, ni siquiera el perro tiene, esta mañana estaba “cundío”. Gracias al Poder de Dios y la ayuda de San Bartolomé y San Cipriano. Hay que prenderle sus velas.

Manuelito dice: __Tengo que regresar a Cúa, todavía me falta arreglar la cuenta con los alemanes. Me deben mucho y ahora es que van a saber quien es Manuelito Barco.

Natividad le dice:

 __ ¿Por qué camino se va?

__Me regreso por el camino de Onza, vamos a ver si los perros y los guardias de los alemanes nos van a impedir el paso.

     Manuelito, Natividad y dos peones toman el camino de la hacienda Onza, están bien armados y dispuestos a enfrentarse con los vigilantes. El camino es sombreado de guamos y bucares. Llegan al lindero y se encuentran con el “falso” que tiene una cadena con viejo candado, de un solo tiro Manuelito rompe el candado, abren el “falso” y penetran el camino que atraviesa la hacienda Onza, propiedad de los Hendrich Todos van alerta, lo primero que encuentran son los cinco perros que vienen dispuestos a devorarlos, apenas los ven, cinco disparos casi al unísono y los perros quedan en el camino, sirviendo como comida para zamuro. No hay vigilantes, unos se escondieron en el monte otros se fueron a Cúa a informar de lo que estaba pasando. Manuelito continúa su regreso al pueblo, deja Onza, pasa por Palmira vía La Palma, por el camino real. La ruta más corta.

     Mientras tanto dos vigilantes llegan a la casa comercial de los alemanes, ubicada en la plaza del plan de San José, era uno de los negocios más grande y próspero de la población, había logrado superar las ruinas del terremoto, su actividad comercial era el procesamiento y exportación de café. Importaban de Alemania, las maquinas movidas con fuerza hidráulica para procesar café y trapiches su principal competidor era Manuelito Barto y su familia.

     Los vigilantes le informan a don Otto, el mayor de los hermanos, lo ocurrido con el rancho de los brujos.

     Se reúnen los cuatro hermanos y les pregunta quien había hecho tratos con los hechiceros de la vuelta de los loros.

     Luis, el hermano menor, dice que el habló con Nicanor, el caporal, éste le había dicho que era la mejor forma de salir de Manuelito y le dio licencia para tratar con Apolunio…

__Como tomas una determinación de este tipo sin consultar con nosotros, le dice Otto.

__Si consulto no me autorizan, ustedes no conocen el poder de esos brujos y no creen en ellos.

__El problema Luis es que Manuelito viene en este momento para Cúa con intenciones de enfrentarnos con las armas Ante esa verdad no hay brujo que valga. Somos nosotros los que tenemos que dar la cara, te das cuenta de tu error.

__No podemos huir como unos cobardes, lo vamos a esperar preparados.

__ Ustedes dos y Luis se van a la casa del lado y no hagan nada hasta que yo les ordene. Dice Otto.

     Manuelito llega a Cúa por el paso del río Tuy, entra por el calicanto y sube por la calle Roscio hasta llegar a la plaza donde están las ruinas de la iglesia, que derrumbó el terremoto, allí les dice a sus acompañantes que el sigue solo, su problema con los alemanes lo resuelve sin compañía, no vayan a pensar que les tiene miedo.

   Ya casi todos en el pueblo sabían que Manuelito venía a retar el destino, desde mucho tiempo atrás se decía que Manuelito enfrentaría a los alemanes, era común que en los bares se hablara de una pelea que todavía no había ocurrido, como un hecho consumado, no se sabe quien empezó a contar aquello, pero todos lo tomaban como algo normal en el pueblo donde nada ocurría. Cuando vieron a Manuelito pasar por la plaza sobre su caballo gris, un jugador de billar en el bar de Juan García dijo:

__Llegó el hombre, hoy la “pelona” saca su tarea.

     El chisme, de la presencia de Manuelito se regó como pólvora, ya eran casi las cinco, la tarde estaba clara sin señales de lluvia. Pedro, el mandadero de Don Santana, corrió hasta el negocio de los Hendrich y les gritó: __! Ahí viene el hombre!!!

     Manuelito cruza la esquina del Viento y llega al negocio de Don Pancho Quiroga, se baja del caballo y le dice que le venda una caja de balas para el rifle Winchester, Don Pancho si abrir la boca, le entrega las balas.

__Manuelito le pregunta por la familia, por su salud.

__Don Pancho le responde que todo está bien y le dice:

__Manuelito no era necesario llegar a esto, te están esperando agazapados, ya el “pavoso” de Juan del Carmen está agitado como un zamuro, en la esquina de la plaza, afirma que va a recoger tu cadáver.__ Manuelito, tu solo no puedes con ellos.

__ ¿Cuantos son? __Pregunta

___Creo que seis o siete según dijo Doña Carmen quien pasó y los vio cuando se acomodaban.

__Si tu me autorizas puedo hablar con Otto para resolver esto sin sangre.

__Mire Don Pancho yo le agradezco sus buenas intenciones, sé que usted aprecia a los Barco, __ pero ya esto llegó al llegadero, si yo “reculo” me tengo que ir de este pueblo por cobarde, nadie me va a respetar. Aquí en Cúa si a uno le pierden el respeto es peor que estar muerto, porque hasta los limosneros se pueden burlar de uno en la cara.

__Esto no tiene vuelta atrás, ellos lo saben. Si me matan, yo no me voy solo. Estoy seguro que Luis Fernández, el carpintero, fabricante de urnas tendrá trabajo.

___Cuídate Manuelito.

__Hasta luego Don Pancho.

     Manuelito antes de salir del negocio de Don Pancho Quiroga, carga el rifle, con cierta parsimonia, revisa su treinta y ocho, se acomoda el sombrero y se monta nuevamente en su caballo gris, Toma el centro de la calle del Comercio en dirección a la Plaza del plan de San José, donde lo esperan los alemanes atrincherados en las puertas del negocio y en las ventanas de la casa vecina. Llega a la esquina de la calle del templo nuevo, el sol le da de frente en la cara, a menos una cuadra lo esperan, todas las calles están solas, nadie se atreve a colocarse en la posible línea de fuego. Manuelito está tenso con la mano derecha en el rifle recién cargado, presto a lo que vendría inexorablemente. Con la vista fija en esquina de La Florida.

     Cuando el jinete pasa frente a la casa de los Lugo, a unos 20 metros de la primera ventana, los nervios traicionan al menor de los Hendrich quien apunta con un revolver a Manuelito, se oye el primer disparo, sin que Otto ordene, la bala atraviesa el cuello del caballo, el otro disparo le da en una pierna a Manuelito. Caen el animal y el jinete al empedrado de la calle, La sangre del equino baña el suelo, dando la impresión que caballo y jinete están acribillados. Sin embargo Manuelito se parapeta detrás del cuerpo del caballo agonizante y empieza un tiroteo sin tregua, con su rifle.

     El primer disparo de Manuelito entra por la frente de Luis, el menor de los Hendrich, quien estaba en la ventana más cercana,” no dijo ni pío”, el segundo disparo penetra por el ojo izquierdo de uno de los vigilantes, también cae muerto “en seco” Los alemanes arrecian el ataque con armas de diverso calibre, pero Manuelito solamente tiene hasta ese momento, la herida en la pierna, Caen muertos otros dos hermanos, los cuales estaban a más de 50 metros y otro vigilante herido.

     A los quince minutos, tres alemanes yacen en charcos de sangre dentro de la casa y el negocio de la Florida, un vigilante muerto y otro herido. El único que no ha sufrido con la puntería de Manuelito es Otto, el hermano mayor; quien está desesperando, sin saber que hacer.

     Aparece por la calle del templo nuevo un cura, con su sotana, ondeando una bandera blanca, era el padre Francisco, párroco de Cúa, solicitando una pausa. Los hermanos de Manuelito aprovechan la presencia del cura y se acercan al herido. Don Pancho Quiroga llega a la esquina con el Dr. Rafael Osío y le revisa, solamente tiene la herida de la pierna, la cual no es grave, entra el doctor al negocio de los alemanes y se encuentra con cuatro muertos y un herido que es atendido inmediatamente.

     A Manuelito lo trasladan a la casa de sus familiares en la Cruz Verde para las curaciones. El Jefe Civil y Militar General Rubén Ramos con su secretario se apersona en la casa de los Barco, le dice al herido:

__Esto es una tragedia muy grande, jamás se había visto en este pueblo tamaña barbaridad

__ ¿Usted está claro de las consecuencias de este hecho?

_General Ramos, si no me defiendo me estarían velando este momento, usted puede interrogar a todo el pueblo, me tenían montada una emboscada de siete contra uno.

__Menos mal que tengo buena puntería, me querían masacrar, pero no contaron con mi experiencia de tirador en combate, eso fue lo que me salvó.

__Yo soy un hombre responsable y corro con las consecuencias de mis actos.

__Bueno, apenas pueda caminar y montar, lo tengo que remitir a la cárcel de Ocumare, por ahora queda arrestado en la casa.

__ ¿Qué va hacer con los “Musiues”?

___Hay que velar y enterrar a tres, Otto el único sobreviviente también va preso.

___Te das cuenta que la violencia solo trae desgracias.

___Ese consejo hubiese sido muy bueno para los alemanes Mi general

     Pasado el tiempo Manuelito Barco fue trasladado en calidad de preso común a Ocumare del Tuy, donde estaba la cárcel principal. Su expediente años después, llegó a manos del General Gómez, quien se interesó por lo ocurrido, quiso conocer al corajudo que se enfrentó a siete hombres. Solicita que lo traigan a Caracas.

Lo sacan de la cárcel. y lo conducen a una entrevista con el General .

__ Y vos solito enfrentaste a siete hombres armados y estás vivo.

___Eso es cierto Mi general. Suerte que uno tiene, no me tocaba ese día.

___Cómo le parece, yo pienso que un hombre de sus condiciones no debe estar en la cárcel.

___Me han leído su hoja servicios militares y su expediente y usted es valiente, además su acción con los alemanes fue en defensa propia.

___El problema es el señor cónsul de Alemania, quien tiene buena amistad con mi gobierno y está defendiendo los intereses de sus paisanos.

___Yo aprecio su temple, los hombres “embraguetaos”, ya se acabaron.

___Vamos a mandarlo con un cargo militar, no como preso, para el Amazonas, después que pase la marea, podés regresar al centro. __ ¿Acepta usted? Es un servicio a la causa de la paz.

___Mi General su voluntad es una orden.

___Pues no se hable más del asunto. Ya el General Pérez tiene las instrucciones necesarias.

     Así fue que Manuelito Barto, se incorporó como coronel al servicio de Gómez en el Territorio Amazonas, donde le correspondió combatir al terror de aquellas selvas: Tomás Funes.

Tomado del Libro: Cuentos de ayer, de hoy y de siempre, Leyendas y Consejas de Cúa. Manuel V Monasterios G. año 2011.

El Cacique Cué, una leyenda popular.

Por: Manuel V. Monasterios

      Desde años inmemoriales, se repite con mucha insistencia, que la población de Cúa fue fundada por Fray Manuel de Alesón (Fraile Capuchino) con la colaboración de un cacique llamado Cué.

     Esa crónica la encontramos en el “Diccionario Histórico-Geográfico y Bio gráfico de Venezuela” Cuyo autor es el ilustre cueño Don Ramón Armando Rodríguez. Así, por costumbre, sin mayores investigaciones llega hasta nuestros días.

     Hemos tratado de hacer nuestras pesquisas, con el objetivo de buscar una hipótesis fundacional, con una aproximación a la verdad. Los resultados los expusimos por primera vez en la Revista N° 3 del Centro de Historia del Estado Miranda, en el año 1990, con motivo de la conmemoración del Tricentenario de la Fundación de Cúa. Por razones de espacio en esta columna, nos limitaremos a la primera parte de nuestra averiguación.

      La Orden de Capuchinos (andaluces) les corresponde la Misión evangelizadora y fundacional, en territorios de la Provincia de Caracas y Nueva Andalucía, entre los años de 1657 y 1827. Fueron muchos los pueblos y ciudades de Venezuela fundados por frailes de la Orden de los Franciscanos o Capuchinos, así consta en las actas y documentos llevados detalladamente. En la obra del Padre Buenaventura Carrocera (Capuchino). La cual consta de tres tomos, conocida con el nombre de “Misión de Capuchinos en los Llanos de Caracas” Publicada por la Biblioteca de Academia de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. 1972. En esta obra no se menciona la presencia de los frailes capuchinos en la Capellanía conocida con los nombres de “Partida del Tuy Arriba” o “Santa Rosa de Marín”. Antecedentes de la actual población de Cúa. Si hay referencias de la presencia de ésta Orden Religiosa en la l Población de Charayave(sic) “1691 o el año siguiente fue encargado el P. Manuel de Alesón, por obispo de Caracas para atender espiritualmente el pueblo de Charayave…” (1)

     Podemos llegar a la conclusión que históricamente es inexacta la tradicional afirmación: “Cúa fue fundada por el Padre Manuel de Alesón con la colaboración del Cacique Cué”.

Hay algunas fechas de interés en la historia local de este pueblo tuyero.

18 de Octubre de 1690. Fecha de la partida más antigua encontrada por el Obispo Mariano Martí, durante su visita pastoral en 1783. Se toma como fecha de fundación .Con lo cual el 6 de octubre como fecha de fundación también es una referencia equivocada.

Año de 1721.Por disposición del Obispo Juan José Escalona y Calatayud se le asigna la categoría de Capellanía con el nombre de “Partido del Tuy Arriba”, ubicada dentro de los linderos de la Hacienda Marín, propiedad de Don Bernardo Rodríguez del Toro.

Año de 1752. El Pueblo de Marín o Santa Rosa de Marín es elevado a la condición de Parroquia, su primer párroco fue Don Juan José del Carpio.

 Año de  1762. Por orden expresa y bajo pena de excomunión el Obispo Don Diego Antonio Diez de Madroñero ordena el traslado del templo a terrenos propios de la Iglesia, fuera de los límites de la Hacienda Marín, en el sitio conocido como la Cuana o la Cúa.

3 de febrero de 1766. Se realiza la primera misa y bendición del nuevo templo de la Parroquia de Santa Rosa de Marín (alias Cúa) por el párroco Juan José de La Sierra. (Fuera de la Hacienda Marín)

7 de octubre de 1774. Se cambia como patrona a Santa Rosa por La Virgen del Rosario y se denomina en los documentos eclesiásticos como Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Marín. (Alias Cúa)

Fuentes empleadas:

(1)  P. Buenaventura de Carrocera “Misión de los Capuchinos en los llanos de Caracas” Biblioteca de la Academia de la Historia. Caracas. 1972. Tomo uno. Página 91.

(2) Fuentes: Manuel Vicente Monasterios “El Libro de Cúa”